Las escritoras argentinas Graciela Montes y Ema Wolf han sido galardonadas con el Premio Alfaguara de Novela 2005 por su obra El turno del escriba. El jurado ha considerado que la novela «es la recreación de una época fascinante de la humanidad, la de los descubrimientos y la atracción por lo desconocido, que trasciende el marco histórico para convertir su escritura deslumbrante en un acto de libertad. Los personajes centrales son el escriba Rustichello y el viajero Marco Polo, que coinciden en la cárcel en la Génova del siglo XIII. La novela transforma el espacio cerrado del calabozo en un arca donde caben el mundo real y el de los sueños»
«Siempre nos hemos sentido trabajadoras, personas de un oficio, artesanas de nuestro trabajo y eso es algo que quisimos marcar mucho no sólo en la figura de Rustichello, sino en todo el ambiente que va rodeando la novela en la ciudad de Génova», dijo Montes.
«Si hubiésemos sido escritoras todavía con el fantasma romántico del escritor iluminado al que no hay que perturbar porque tiene en su cabeza una idea luminosa y la palabra absoluta, que nunca será cuestionada, no habríamos podido escribir esta novela», subrayó.
Los cinco años de trabajo que les llevó escribir la obra dan fe de esa afirmación, además del hecho de que ambas escritoras tuvieron que escarbar laboriosamente en el mundo de la Edad Media porque les era casi desconocido.
«Esto también es una toma de postura literaria, porque el escritor no escribe desde lo mucho que sabe, sino desde lo que no sabe, desde la ausencia y el vacío. Se escribe para llenar el vacío», manifestó Montes.
Comentó que lo más apasionante de hacer la novela fue centrarse en el hecho de que Rustichello de Pisa no era un escritor avezado, sino un copista de manuscritos y traductor de novelas de caballería por encargo, algo como «un sirviente de Palacio».
Sin embargo, la llegada de «un explorador portentoso como Marco Polo» a la misma celda le da la única oportunidad de su vida de convertirse en un escritor contando la historia de los viajes de su compañero.
Por esto, según Montes, El turno del escriba es una novela con «miradas especulares, de muchos espejos», porque relata la escritura de Rustichello, mientras las autoras, a cuatro manos, van haciendo su propia obra.
La novela nos da la oportunidad de instalarnos en ese mundo mágico que es el «arte de contar historias»; nuestros abuelos siempre lo hicieron y, aunque repetidas, esas historias siempre nos atrapaban: Pero además la novela nos pone en contacto con ese mundo medieval que está en tránsito a la modernidad. Cuando eso lo completamos con la historia de la cultura que podemos conseguir en las enciclopedias tenemos entonces un «cuadro», así como el de Rustichelo, espléndido. Una falla de la novela puede ser la casi ausencia de diálogos, pero es muy buena.