La pasta ocupa un lugar destacado en la comida. Es un alimento que prácticamente posee todas las ventajas y ningún inconveniente. A su riqueza nutricional se une una gran versatilidad, gusta tanto a niños como a mayores; es saludable y muy apetitosa.
Existe una incógnita respecto de su origen, que tiene dos líneas principales:
En la tumba de los Relieves, en Cerveteri, entre Roma y Civitavecchia, se pueden apreciar pinturas donde se muestran distintos utensilios para fabricar y cocer la pasta. La tumba es de origen etrusco, el pueblo que habitó la región lacial antes de la formación del imperio romano. En un fresco de una de las tumbas, está representado un etrusco mientras prepara la masa destinada a hacer la pasta que los romanos llamaron «lagana».
El origen de la pasta es muy controvertido. Una de las hipótesis más populares, ahora descartada por los historiadores del buen comer, situaba sus orígenes en China, desde donde llegó hasta Italia en pleno siglo XIII gracias a los viajes de Marco Polo por las rutas asiáticas.
Seguramente fueron los chinos los primeros en darse cuenta de las ventajas que suponía la buena conservación de la pasta durante algún tiempo antes de cocerla pero, también, otros países asiáticos, como la India, e incluso algunos países árabes, elaboraban desde tiempos remotos una especie de pasta que llevaba el nombre de «sebica» que significa «hebra».
Precisamente la palabra «hebra» puede hacer alusión a la forma de algunas pastas actuales, como son los espaguetis.
La palabra «spaguetti» es el diminutivo plural de la palabra italiana «spago» que significa «cordel».
La denominación más antigua empleada en España para designar la pasta, la de «fideos» ha llegado hasta estos días y ya aparece por primera vez en un manuscrito árabe del siglo XIII.
Numerosos documentos atestiguan que, durante la Edad Media, su consumo tuvo un gran apogeo en la zona de la Corona de Aragón.
Hoy día, la pasta es uno de los alimentos más típicos y apreciados de la dieta mediterránea. Ya sea como entrante, guarnición, plato único, ensalada, sopa o postre, se recomienda su consumo al menos una vez por semana alternando con otros platos de legumbres y arroz.
En los primeros años de la era cristiana el cocinero Apicio cita en su libro de cocina algo parecido a las lasañas. Pero, es alrededor del año 1000 que se conoce el primer testimonio certero de su presencia: se trata de la primera receta documentada de pastas.
Se encuentra en el libro «De arte coquinaria per vermicelli e maccaroni siciliani» (el arte siciliano de cocinar macaroni y vermicelli), escrito por Martino Corno, cocinero del poderoso Patriarca de Aquileia.
Paralelamente, las pastas eran bien conocidas en los países árabes, en los que todavía hoy se habla de «makkaroni». Desde allí pasaron a Grecia y a Sicilia, al producirse la expansión musulmana durante la baja Edad Media.
Y es que hoy como ayer no hay nada como un buen plato de pasta…